Aliada a Lisandro Aristimuño, la cantante cruza pop-rock con folclore y texturas electrónicas, y llega más lejos que nunca.

 

Fabiana Cantilo - Superamor (4 estrellas)

En su primer trabajo fuera de una gran discográfica, la voz femenina más importante del rock argentino alcanza un nuevo estadio interpretativo y autoral. Si en su última etapa Fabiana Cantilo abordó con lucidez y garbo buena parte del cancionero de rock nacional -de Luis Alberto Spinetta a Pity Alvarez- en sus discos de versiones, en su repertorio solista no lograba correrse del rol de chica pop y rockera. Pero en Superamor expone una dimensión mucho más compleja. El toque magistral lo da Lisandro Aristimuño, productor, arreglador de cuerdas y co-autor en varios temas. Él saca a Cantilo del clásico formato de banda de guitarra, bajo y batería, y viste sus composiciones con programaciones, sintetizadores y cuerdas, que le dan un perfil electrónico y actual. “Desde el cielo” abre el disco con una declaración: “Algo va a pasar/Que puede cambiar/La presencia del dolor”. Los acordes de piano caen como bloques enormes en esta balada con Ricardo Mollo en guitarra y que recuerda al Charly García de Cómo conseguir chicas.

En “Cápsula de escape” su interpretación, visceral, se quiebra, en giros y pinceladas dolorosas que por momentos evocan tiernamente a Liliana Herrero. Es una secuencia lenta y desoladora, una atmósfera entre la oscuridad y la luz que la cantante nunca había visitado, sobre una armonía de tensiones que deja entrever la mano compositiva de Aristimuño. En “Superamor”, un muro de teclados y programaciones coloca esta balada épica en un lugar de fantasía, ecos de Annie Lennox en Medusa. Fabi canta: “Revolver un nido de papel/Alcanzar la cima del dolor/Conocer la muerte y renacer”. En esa línea condensa el eje poético de este disco, en el que la presencia del dolor acecha, pero la esperanza es el destino final. Allí, Cantilo encuentra un nuevo punto de partida.

Por Patricio Lange

 

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