Con otro disco bajo el brazo, la ya célebre cantante habla sobre su nueva etapa sana y de cómo la vida le dio revancha.

DIARIO LA NACION

Tapa con el dedo índice un frasco diminuto con un líquido verde. Lo agita y extrae una gota para cada uno de sus chakras superiores. Es un bálsamo de mentol para el dolor de cabeza y el ojeo. “Estoy atendiendo mi cuerpo un montón. Estoy viva, estoy sana”, dice Fabiana Cantilo, y, generosa, convida un poco de ese mejunje contra las malas energías mientras una de sus gatas, Ganímedes, se acerca a husmear. Las otras dos, Alegría y Luna, descansan impertérritas en la cama deshecha de “la Dama del Rock”. Es el mediodía, el sol entra por las ventanas y no hace falta encender el hogar. La dueña de casa está de excelente humor. Va a subirse al escenario del Centro Cultural Kirchner en dos semanas, el 15 de agosto, para presentar su último disco, Superamor, el causante de sus sonrisas y de la alegría de sus ojos.

Estar viva y estar sana es su Norte. Tras 15 años de trabajo en rehabilitación, siente que vivió para contarlo, y por eso detalla entusiasmada todo lo que hace para sentirse bien. “Soy como un papa”, dice. Se ríe a carcajadas y ofrece más té: “Me gusta progresar en todos mis defectos de carácter, porque en este plano básico en que estamos lo único que sirve es elevarse. Si no, caés en las bajas pasiones. Los años me dieron sabiduría y no caí. Estoy acá viva. Y no estoy gagá”.

Por toda la casa hay rastros de que allí vive una artista. Guitarras y fundas de guitarras. Valijas para llevar equipos. El premio Martín Fierro brilla en el medio del living, sobre el hogar, al lado de otros que ya no brillan tanto: gardeles, un Clave de Sol, discos de oro, de platino. También hay pinturas con su firma, mantas hippies y unos parlantes chiquitos que invaden la casa de Coldplay.

-¿Seguís pintando cuadros?

-Ahora hace mucho que no lo hago, pero sí, siempre pinté. Desde chiquita bailaba, cantaba y pintaba. Ya tenía definido lo que iba a hacer. Era el rubro arte.

-¿Y tus padres qué decían?

-Todo bien. Les actuaba a mi mamá y papá. Bastante loquibambios todos. Había mucha libertad. Nunca me preguntaron con quién salía ni me pusieron horarios.

-¿Qué te acordás de la Fabiana niña y adolescente?

-Era muy inocente por un lado y como una vieja de 80 por otro. La infancia la pasé en Capital, pero en la secundaria fuimos a vivir cerca de Ezeiza. Fui al San Marcos de Monte Grande. Y ahí conviví con gente de una mentalidad mucho más tranquila. Todavía los veo, los adoro. Ahí era todo muy Heidi? Andábamos en bici. Virgen hasta los 18. Era una monja. Después vine a Buenos Aires y se pudrió todo [risas].

-Dijiste que ahora estás en una etapa más segura y que Superamor es tu disco más sincero. ¿Por qué?

-Éste es un disco que tiene una serenidad? Con los años, he limado asperezas en todo sentido. Estoy trabajando en la palabra aceptación para muchas cosas de la vida. Las críticas fueron divinas, pero algunos dicen que «se nota la mano de Aristimuño» porque hay folklore. A veces me da bronca que la gente piense que lo único que hice fue cantar Mi enfermedad, que encima no es mía, es de Calamaro. Folklore hice siempre. Pero estoy acostumbrada a este juego, que todos hablan de tu vida y no te conocen. El disco me salió bien, porque fui yo definitivamente. Yo no tengo un solo estilo. El estilo del artista no existe.

-Terapia, meditación, danza, kinesiología? ¿Estás dedicada al bienestar?

-Cada vez uno se pone mejor. Yo hace 15 años que empecé con los grupos de rehabilitación. A los 24 empecé a tomar con Charly. Fue una locura. Para bajar necesitás unos años. Ahora estoy arreglándome toda. De todo tipo de drogas. Con esto que cuento doy el ejemplo de que se puede vivir limpio. Uno tiene diferentes tiempos. La recaída, si seguís vivo, es parte de la rehabilitación. Podés morirte. Esto tiene que ver con huir del dolor.

-¿De dónde salía ese dolor?

-Me vi corriendo desesperada detrás de un señor pidiéndole que me dé un amor que mi madre no me pudo dar. La desesperación cuando alguien te deja es la desesperación de que te den amor.

-Y ahora, ¿estás sola?

-Hace cuatro años que estoy sola y limpia. Haciendo una vida ordenada.

-¿Pensás en volver a enamorarte?

-Sí, quiero conocer a alguien, pero porque me aburro. Hay una situación elevada, que es la que le pasa a mi maestra, que está sola y bien, en otro estado elevado. Sé que se puede estar ahí. Y yo pienso en que prefiero estar sola a estar en una situación en la que yo me ponga obsesiva o celosa. Me encantaría tener un compañero para ir juntos, para aliviar, para sumar, si no, no.

-¿Cuentas pendientes? ¿Tener hijos, formar familia?

-Cero cuentas pendientes. Eso sí me lo sacó el budismo. Tengo unos terapeutas maravillosos. Es un placer ir a las terapias, ir a hablar con gente muy inteligente y muy sabia.

-En un año electoral, ¿qué deseás para el país?

-Elevación espiritual, que creo que es lo único que nos va a salvar a todos. Yo lo único que les diría a los políticos es que se pongan a meditar. Creo que al mundo le falta un poco más de compasión y de amor. Habría menos karma. Lo demás, muchachos, hagan lo que puedan. Esto de las peleas, los cruces, es demodé? ¿Qué? ¿Estamos como los romanos? No aprendimos nada.

-Hace unos años, cuando entraron a robar a tu casa, fuiste muy dura con tus declaraciones?

-Es que estamos en la guerra. Hay que armarse. Puse luces, alarma, rejas. Pienso que todo es como House of Cards. Todo puede pasar. Que te roben es un síntoma de algo que está pasando a nivel sociedad.

-Suena desesperanzador.

-No. Desesperanzador es desde el momento cero. Este mundo mató a Cristo. Cuando uno piensa en eso, ahí está la importancia de lo espiritual. Me contaron una historia de un tipo al que lo perseguían para matarlo y le fue a decir al Dalai Lama: “Maestro, ayúdame. Estoy perdiendo la compasión por ellos”. Yo estoy detrás de eso.

-¿Qué les dirías a los que defienden la cultura del reviente?

-Son idiotas. Yo te puedo asegurar que no, que acaba con el talento porque todo lo que te da te lo cobra. Si yo hubiera seguido martirizando mi cuerpo, no estaría acá. No es verdad que seas mejor artista. Sos un infeliz. Una cosa es verlos en el escenario. Cuando te vas a tu casa, te quedás cinco días sin dormir, llorás. Es mentira. Es una antigüedad, un mal ejemplo. Todos afuera se están rehabilitando, los Aerosmith, los Oasis, B.B. King se murió de viejo.

Entrevista por: Silvina Ajmat

 

Artículos Relacionados